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EN PLURAL

 

Yvelisse Prats-Ramírez De Pérez - 11/28/2009

En nombre de Peña Gómez, pido respuestas

 

La organización de la XXVIII Convenciónla Internacional Socialista, que se efectuaron los días 23 y 24 de esta semana. del PRD me ocupa tanto el tiempo que no pude asistir asiduamente a las reuniones del Consejo Mundial de

Fui, eso sí, a la sesión inaugural, y escuché el buen discurso del presidente de la Internacional Socialista y primer Ministro de Grecia, George Papandreu.

La emoción me inundó cuando en ese discurso se mencionó a Peña Gómez, evocado con admiración efusiva como un referente modélico del Socialismo Democrático. Por unos momentos mi orgullo se elevó, como peñagomista, como perredeista, como dominicana.

Pero casi inmediatamente, caí en una meditación menos grata. Empecé a rumiar frustraciones que se van convirtiendo en advertencias y presagios mientras pasan los días sin que se enmienden entuertos en el Partido Revolucionario Dominicano, miembro pleno de la Internacional Socialista por iniciativa de Peña Gómez, en su lúcida visión internacional.

Mientras Papandreu desgranaba en su muy inteligible español sus cálidos elogios a Peña Gómez, una oleada de inquietas interrogaciones agitó mi interior.

Recojo hoy En Plural algunas de ellas, seguramente compartidas por muchos de los que como yo aman el PRD.

¿Estamos los perredeístas haciendo lo que Peña Gómez nos trató de enseñar, fortalecer el partido en base a coherenciar los principios con la “real politik”, para evitar que esta nos desborde con ambiciones desmesuradas, en una visión del poder por el poder mismo, despreciando la ética, en su feroz pragmatismo? ¿Cómo recibir sin sonrojo encendidos elogios a Peña Gómez, quien se pasó la vida recordándonos, incluso en la abundancia de sus citas bíblicas, que “casa dividida, será destruida”, si los perredeístas no acabamos de entendernos entre nosotros mismos, nos negamos al diálogo, y acudimos a organismos externos para hacerlos jueces, quien sabe si justos, de nuestras querellas y nuestras cuitas? ¿Somos acaso dignos de proclamarnos herederos, discípulos de Peña Gómez, si no aplicamos como él lo hacía “urbe et orbis” el respeto a la diversidad que es ínsita con el carácter de “partidofrente”, como su atinada interpretación sociológica bautizó a nuestra organización política? ¿Puede entenderse que en coordenadas propicias para alcanzar el poder, por el desencanto y la repugnancia de tantos ciudadanos frente al gobierno, el PRD se turbe y se enrede inventando y fomentando oposiciones internas, que se enconan y ocupan el sitio hegemónico de la verdadera, la que acecha afuera entre pactos burlados y encuentros fementidos, tan bizcos en política que confundimos el toro manso de las naturales disensiones internas con el animal poderoso y bien nutrido de la oposición peledeísta? ¿Cuál era el criterio de Peña Gómez frente a las “reservas”, ciertamente consagradas en nuestros Estatutos, que no fuera el de equilibrar con designaciones directas, inteligentes y justas, la composición profesional y política de nuestras representaciones en el Congreso y en los Ayuntamientos, señalando perredeístas honestos, preparados y ortodoxos, sin reparar en su procedencia grupal? ¿Por qué se empeñan algunos susurradores de malos consejos en presentar ante nuestro presidente Miguel Vargas como “acuerdo de aposento” la propuesta del Foro Renovador del “Pacto por la Gobernabilidadla Tesis del Gobierno Compartido? ¿Acaso hemos olvidado cuantas veces fue Peña Gómez tejedor de las redes de reencuentros, aplacador de discordias, fabricante y garante de la unidad del Partido como corresponde al líder responsable? ¿No sería posible que reserváramos algunas horas en medio de la agitada marcha de nuestras Convenciones y maniobras, para leer a Peña Gómez, por lo menos evocar su voz profética y tonante en los discursos que eran cátedras a través de Tribuna Democrática, para recordar sus lecciones, hacernos con humildad un mea culpa, y tratar de aplicarlas? ¿Y por qué, ya que acabo de mencionarlo, se mantiene cerrado inexplicablemente el programa Tribuna Democrática, ícono que compendia la historia construída por el PRD, revolución de abril incluida, a través de las ondas hertzianas? Preguntas, interrogantes, algunas con respuestas obvias y factibles, que pueden darse todavía con voluntad política, si queremos verdaderamente, en la frase certera de Miguel Vargas “Avanzar en el 2010 para ganar en el 2012”. perredeista”, en vez de asumirlo como lo que quiere ser, el gran rencuentro político de nuestras fuerzas internas, solidarizadas en torno al esfuerzo común para llegar al poder, con un Plan de Nación construído entre todos, teniendo como eje

Algunas de ellas, concretamente sobre el destino de la “Reserva”, la solicitó ya el Dr. Hugo Tolentino públicamente, al presidente de nuestro partido.

En el umbral de las primeras Convenciones que celebraremos mañana, pido a los perredeístas, sobre todo a las principales autoridades, respuestas que agraden al espíritu de Peña Gómez.

Para que no se sienta en el Más Allá, elogiado por la Internacional Socialista, pero olvidado en el Partido Revolucionario Dominicano. 

 Yvelisse Prats-Ramírez De Pérez - 11/14/2009

El lenguaje tiene trampas que superan a veces su propia lógica formal. Es el caso de las definiciones de la diada izquierda-derecha, enmarañadas por interpretaciones y usos que las limitan y deforman, haciendo que se pierda entre atributos reales o falsos el sentido esencial de sus significados.

Por ejemplo, alguien, recientemente, intentó explicar la derecha en una simplista serie de propósitos y acciones, como si fuera una lista de compras de supermercado.

Y no. La derecha, igual la izquierda, las izquierdas, como las pluralizan en su presente con acierto Bobbio y Peter Glotz, tienen un “ethos” una esencia, que desborda atributos aisladamente considerados, confirmando la tesis de la Gestalt, “el todo es mayor que la suma de sus partes”.

Para encontrar y comprender ese núcleo integrador, el “hueso” del que hablaba Rosa de Luxemburgo, del pensamiento conservador o del progresista de izquierda, hay que estudiar mucho con humildad de aprendiz, profundizando en la historia conceptual, semántica, sintáctica, también fáctica, de ambas posiciones.

Eso, para conocerlas teóricamente, para explicarlas en clases universitarias o para escribir sobre ellas sin caer en aberraciones por ignorancias prepotentes o malicias retorcidas propias del Mercader de Venecia.

Pero para militar consciente y emocionalmente en uno de los polos, se necesitan otras cosas; para ser de derecha, posiblemente, tener muchos bienes que no se quieran compartir, poca generosidad, menos sensibilidad y un egoísmo duro en el que no penetran las otredades ni el Sermón de la Montaña.

El rasgo perceptible de un “buen” derechista, es su posición ante las desigualdades: las consideran naturales, fatales, por tanto, no eliminables: “siempre han existido pobres”, “las mujeres no piensan”, son algunas frases muy oídas que expresan esa posición derechista de los que consideran el progreso como exclusivo patrimonio personal.

Ser de izquierda, hacer izquierda, como me gusta decir, significa enfrentarse a las desigualdades, sabiendo que muchas de ellas son productos sociales, culturales, por lo tanto, modificables.

Es también practicar una moral pública y privada, lo declara Giovanni Sartori tajantemente: “¿La izquierda? la izquierda es la ética”.

Esa moral ha llevado a la izquierda, también lo afirma Sartori, “a procurar hacer bien a los demás”, mientras que la derecha “hace el bien para sí misma”. Kant resucita para los auténticos izquierdistas en un altruismo y un alterocentrismo que nos regresa al deber, imperativo categórico libremente asumido.

Estas características son ejemplos, botones de muestra didácticos: imposible abarcar la profundidad de una definición general con elementos del conjunto, sería incurrir en la sinécdoque que critiqué al comienzo del artículo, tomar la parte por el todo. Dios me libre: la reducción conceptual es pecado contra los verdaderos saberes.

Para introducirse en ese “todo” que es mucho de la izquierda, hay que asumir una visión holística que abarque un origen, un devenir, unos resultados, y una nueva toma de decisiones.

Desde que la idea de la política, como conflicto entre izquierda y derecha tomó cuerpo lingüístico simbólico en un posicionamiento espacial fortuito en la Asamblea francesa, ambos polos han sido interpretados y aplicados en formas diversas, de acuerdo a entornos temporales y espaciales distintos.

La derecha, mas dura, densa en la unicidad de su negación al cambio, ha permanecido parecida a si misma, si acaso se exacerba en su capitalismo salvaje. La izquierda, las izquierdas, en su compromiso con los cambios, exploran y buscan soluciones a través de metodologías diversas.

Lo que es innegable es que entre definiciones, variantes y efectos unas veces buenos, algunos pésimos, la izquierda ha construido una experiencia histórica, un “genius” positivo e irrenunciable, basado en la defensa de los derechos sociales, alma que movilizó generaciones en luchas heroicas que deben agradecer los que ahora se benefician con esas conquistas con las que la izquierda dotó de organicidad a la democracia.

Eso constituye una identidad del pasado, una memoria común, que compromete a los que se sitúan en la izquierda.

En su obra “Tenere la sinistra” M. Salvadori afirma que “esa alma de la izquierda ha sabido aunar en una fértil acción política la libertad, la participación democrática y la equidad social”.

Esa alma es el patrimonio que nos deja el pasado. Pero como advierte Giancarlo Bossetti, “la identidad de la memoria es un recurso, en la medida en que une a personas, militantes intelectuales, dirigentes con ese pasado, en torno a metas futuras”.

Reitero que para aprehender ese “genius”, sin reducirlo a listas más o menos insustanciales, hay que investigar hasta percibir sus palpitaciones, que se han sentido en tantas batallas.

Pero las nuevas izquierdas tienen que ir más allá de estudiarlo y comentarlo.

La tarea de dinamizar ese latido acompasándolo con las nuevas realidades mundiales, globalización incluida, espera por nosotros, que heredamos la tradición espléndida y unas experiencias aleccionadoras para orientarnos.

En mi terca, irrenunciable aspiración de que mi partido honre su génesis y sus Estatutos ocupando su espacio en las izquierdas, sugeriré En Plural, próximamente, algunos tónicos medicinales que superen las arritmias ideológicas que puedan aquejar al Partido Revolucionario Dominicano.


 

 

 

 

 

Yvelisse Prats-Ramírez De Pérez - 10/31/2009

Filósofos de la antigu¨edad la llamaron “Maestra de la Vida”. Marx afi rma que hay que conocerla para poder transformarla.

Freire la asume como proceso semoviente, no está hecha, la estamos haciendo nosotros a diario.

Me refi ero a la historia. Y creo que las tres concepciones que menciono se articulan armónicamente para resaltar su importancia y su vigencia, esa que negó Fukuyama y que pretendían sepultar los neoliberales.

Conociendo la historia pasada arribamos a conclusiones aleccionadoras, evitamos repetir errores y nos motivamos a emular acciones correctas.

Hacer historia signifi ca que no aceptamos la inmutabilidad de las cosas, que creemos en el poder del libre albedrío que Dios otorga a Sus criaturas para cambiarse y cambiar su entorno. Los que somos de izquierda, sobre todo, asumimos misioneramente esa responsabilidad de ser protagonistas, de hacer o rehacer hoy lo que quedó ayer incompleto o mal formado, y lo que otros podrán mejorar mañana, dentro de esa visión procesual.

Torno continuo que teje las redes sociales que unen sueños, aspiraciones y angustias de los pueblos, la historia se hizo, se hace y se hará tomando los colores con que la tiñan los que enlazan sus hilos.

El Partido Revolucionario Dominicano construye su historia con materiales nobles: pero como son extraídos de la cantera variopinta que es la sociedad dominicana, uno que otro ladrillo presenta grietas y desniveles, y el pegamento que unifi ca las paredes, que es la ideología, no siempre se coloca en cantidad sufi ciente para asegurar la solidez del edifi cio.

Para identifi car certeramente el o los ladrillos defectuosos, e indicar las dosis adecuadas y puras del Socialismo Democrático que necesitamos para reparar los muros desconchados del partido, Toni Raful inició el martes pasado una serie de artículos que ponen bajo un foco revelador, a la vez propositivo, realidades que han pasado inadvertidas o se han interpretado “asigún”, dentro del devenir histórico del Partido Revolucionario Dominicano.

Graves errores van tomando cuerpo para explicar fragilidades que han puesto a tambalear al PRD en el camino de la historia, de su historia, haciéndolo retroceder en ocasiones, disminuir en vez de crecer en la estatura de gigante que sus fundadores y Peña Gómez diseñaron.

Las luchas internas, los coqueteos con franjas sociales de derecha que nunca votan por nosotros porque tienen su propia historia y sus propios propósitos muy claros, y la vocación suicida de ostra abierta a irritantes externos que segregan dentro del partido sustancias ideológicas opuestas al Socialismo Democrático, han llevado al PRD a transitar laberintos en cuyos giros se han extraviado algunas de sus características y muchos de sus valores esenciales.

La enumeración que hace Toni Raful es aguda, propia de un historiador, también de un perredeísta herido con los malos recuerdos, el bochorno y el dolor de lo que no pudimos o no supimos evitar.

Pero es también un alerta de que todavía estamos a tiempo, si tenemos voluntad y agallas, de retomar la construcción del proyecto de izquierda que está claramente anunciado en el primer Programa Político del PRD publicado en 1942, contextualizándolo a tenor de la gran ola latinoamericana y mundial que está derrotando al neoliberalismo.

Al decidir hacerlo, ¡cuidado! No contratemos personal cuyos antecedentes y planteamientos coliden con nuestras posiciones doctrinarias y nuestros compromisos con las bases y con nuestro pueblo irredento.

Una sola baldosa que no sea del color del PRD, que no armonice en la ubicación de izquierda que nos corresponde, debe formar parte de este edifi cio rehabilitado.

Si acaso, en una alianza: pero no adentro, torciendo y enredando los hilos de la historia que tienen que anudarse en torno a nuestros ejes doctrinarios.

Sin metáforas, no soy poeta como Toni, quise serlo y la vida me dio la prosa ardiente de la política y del aula: nadie, absolutamente nadie que no crea en el Socialismo Democrático, debe ser miembro, menos aún dirigente, del Partido Revolucionario Dominicano.

Así lo exigen nuestros Estatutos, y así lo demandan, en cada clase de Historia del PRD que imparte la Secretaría de Educación y Doctrina, los compañeros y compañeras de la base que son los verdaderos hacedores de esa historia del Partido Revolucionario Dominicano.

Hacer historia, Toni, sin volver a equivocarnos.










Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez - 10/24/2009

Desagravio a la Internacional Socialista El texto podría admitirse como provocador de reacciones analíticas, si se produjera en un centro de estudios o una tertulia.

Pero resulta preocupante, equívoco, extemporáneo y peligroso cuando quien lo escribe es, aunque desde hace poco, miembro de organismos de alta dirección del Partido Revolucionario Dominicano, cercano colaborador del presidente de nuestra organización política. Me refiero al artículo publicado en el diario El Caribe el 19 de este mes, “Matemos a los derechistas” firmado por Andy Dauhajre.

Desde el mismo título arrancan los problemas; porque las que a continuación se enuncian como “razones” para matarlos, atribuyen a los derechistas algunas intenciones y acciones que tomadas aisladamente, podrían considerarse positivas, e inducen a sinonimizar el concepto “derecha” con planteamientos que no le pertenecen; son parte del repertorio de exigencias de lo que ahora se llama “ciudadanía activa”, que es variopinta en sus posicionamientos.

Cuando se tiene la inteligencia de Andy, sus competencias profesionales y su fluidez en el manejo de la lengua, se puede convencer ñ o ñ confundir? a quienes lo lean, dejando una imagen edulcorada pero falsa, de lo que es la derecha, de lo que en verdad quieren e imponen los derechistas.

La derecha no está caracterizada en esa enumeración de sombreros que caben a muchas cabezas, cogiendo de un lado y del otro, carente por completo de un “corpus” que le dé sentido e identidad. Para conocer la derecha, hay que profundizar y extraer de su historiada práctica un perfil homogéneo feo, que no asoma en las actitudes seriadas que Andy le atribuye generosamente.

Si el caso se limitara a ese abigarramiento inconexo, mezcla de arroz con mango ausente de conceptos-matrices que presenta el artículo que comento, este podría asumirse como pirueta comunicacional, que usa una ironía perceptible para tratar de hacerse graciosa y menos indigesta.

Lo grave del asunto se advierte al contextualizar las opiniones de Andy. Porque el Partido en el que por ahora milita el reconocido economista es miembro fundador de la Copppal, y miembro activo y prestigioso de la Internacional Socialista. Nuestra tarjeta de presentación, nuestros carnés de membresía en ambos organismos identifican al PRD como Socialista Democrático. O sea, un partido de izquierda, de acuerdo a la taxonomía política que se maneja internacionalmente. Uno de los principios cardinales de la Copppal y la I.S. es la defensa irreductible de la vigencia de las ideologías. La pertinencia de la diada “izquierda-derecha”, con sus perfiles diferenciados, es tema reiterado en las Conferencias y Congresos de la Internacional Socialista, en los últimos 20 años; en algunos de esos encuentros participé como delegada, fortaleciendo adhesiones y certezas.

En el próximo mes, se celebrará en nuestro país uno de los cónclaves de la I.S. En él debutará como anfitrión nacional, nuestro presidente, Miguel Vargas, elegido recientemente como vicepresidente de la Internacional Socialista. Vieja conocedora de la hermenéutica de estas reuniones, me espanto de antemano. ¿Qué pensará Luis Ayala, Secretario prácticamente ad vitam de la I.S, si al llegar al país una insidiosa mano le pasa una copia del artículo “Matemos a los derechistas”, y le pone al pie la condición de dirigente y de asesor del presidente del Partido que ostenta su autor?

Lo que podría colegirse de esta posición individual, pero que compromete si no se desmiente rápidamente al colectivo partidario, es que estamos a punto de cambiar de rumbo ideológico, precisamente en el momento en que los derechistas a los que admira Andy sufren mundialmente una crisis de su última versión de capitalismo salvaje, el neoliberalismo.

¿Cómo remediar el daño, cómo preservar al compañero presidente de nuestro partido de una sombra de duda en su recién estrenada posición de vicepresidente de la Internacional Socialista, como proteger del dislate al PRD, pleno de derechos adquiridos y ejercidos en el espacio de la izquierda democrática?

Pienso que lo que cabe es desatar una ofensiva que desagravie a la Internacional Socialista de inmediato; escribir, hablar, renovar el esfuerzo educativo en cursos, encuentros, publicación de materiales de estudio, seminarios, para ratificar, poniendo las convenientes distancias, nuestras posiciones de izquierda moderna, enmarcadas en las Declaraciones de la Internacional Socialista a la que ingresamos en 1976, y ya antes, desde que en nuestra fundación en 1939 nos cobijamos bajo la égida de la Izquierda Democrática Latinoamericana.

Peña Gómez nos acompañará en la cruzada por ese Socialismo Democrático que el encarnó y difundió como un credo que nos obliga a todos los perredeístas, vigilándonos desde el artículo I de nuestro Estatuto partidario.

Los convoco, Tony Raful, Tirso Mejía, Hugo Tolentino, Alejandro Abreu, Peggy Cabral, y a ustedes, jóvenes que me acompañan en el estudio y difusión del Socialismo Democrático. Para recibir sin rubor a los compañeros/as de tantas batallas, reafirmemos frente a confusionismos impertinentes los valores esenciales de la izquierda democrática.

No, Andy. Definitivamente, los perredeístas no somos derechistas. Por lo menos, ni queremos ni debemos serlo.

Y al pueblo hay que decírselo en voz alta, para que en vez de matarnos, nos retorne al poder para ejercerlo como socialistas democráticos.


EN PLURAL
 
Yvelisse Prats-Ramírez De

Admiro y respeto a Juan Bolívar Díaz. Desde que fue mi alumno en el Liceo Nocturno Eugenio María de Hostos, hace más de 40 años, se inició entre nosotros una corriente de amistosa afi nidad que en mí se ha acrisolado con el tiempo, al valorar su dignidad y su coherencia.

Gracias a Dios, Juan Bolívar no exhibe, como otros comunicadores, un falso equilibrio: no es “imparcial y objetivo” frente a los malos procederes, a los atropellos e injusticias.

Los denuncia, los condena. Es fi el a unos principios éticos, que lo llevan a mostrar sus repulsas, a veces indignadas, llameantes, pero siempre bien fundamentadas, en programas y artículos. Sin ataduras partidarias, sin temor a represalias gubernamentales ni a poderes fácticos, Juan Bolívar dice lo que cree, después de analizarlo racionalmente y entibiarlo en su corazón.

Lo leo, lo escucho, cuántas veces estoy de acuerdo con él, me contristo cuando señala entuertos que me tocan, aunque sea tangencialmente. Cuando habla de Peña Gómez, con respeto, lo siento más cerca de mí, que trato casi desesperadamente de impedir que el olvido apague el eco de mi líder.

Pero disiento del título y la exhortación, del artículo de Juan Bolívar publicado el domingo pasado en el periódico “Hoy” pidiendo que dejemos descansar en paz a Bosch y a Peña Gómez.

No, Juan Bolívar. No debemos hacerlo, yo no puedo hacerlo. Dejarlos en paz signifi caría, situarlos en una dimensión remota más allá del bien y del mal, ellos allá, en su limbo o en su paraíso, nosotros aquí, sin recordarlos porque merecen paz y aquí estamos en guerra.

¡Hay tanto empeño de olvido en este tiempo de trepidante y ciega inmersión en el ahora! Sin embargo, el olvido, lo dijo primero Marx, y lo confi rman Sábato y Benedetti, no nos permite controlar el presente ni el futuro. “Hay que conocer y entender la historia para poder hacer historia” explicaba Marx, Sábato lo poetiza, “la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, la forma en que la eternidad puede asumir este incesante tránsito”, y Benedetti, lo dice claramente. “No podemos ser vanguardia de nada, ni de nadie, ni siquiera de nosotros mismos, si irresponsablemente decidimos que el pasado no existe”.

En los cursos que ofrezco en el PRD, lo repito: no es posible saber hacia donde vamos, sin saber de donde venimos.

Y no es que conservemos como fetiches inamovibles las tradiciones que se vacían de contenido y se comercializan pasando a ser como afi rma Giddens, “folklorismo o Kitsch”.

Pero las buenas tradiciones, las que fortalecen las identidades de los pueblos, son necesarias, porque dan continuidad y forma a la vida. Y yo entiendo a Peña Gómez, y a don Juan, a sus prédicas y a sus prácticas, como la mejor tradición política, que debemos preservar y mantener viva colocándolos al lado de la memoria de Bonó, de Luperón y de Espaillat, confrontando a Lilis, a Balaguer, a Trujillo.

Juan Bosch y Peña Gómez se incrustaron en la vida de los dominicanos como una tradición que se practicaba, con amor devoto en unos, con disgusto y saña persecutoria en otros. Se convirtió en una costumbre dominicana, Juan Bolívar, para nosotros, amar, recordar y tratar de imitar sus ejemplos; para los otros, el rechazo que se disfraza a veces, ritualmente, en homenajes que pertenecen a la mala costumbre de elogiar con la boca lo que se niega en los hechos.

Los pueblos, ¡ay! El nuestro que naufraga en medio del escepticismo, del día a día truculento, no pueden dejar en paz a sus símbolos. Los necesitan resucitados, aguerridos, aun cuando solo sea para avergonzarnos y entristecernos.

No es un ancla lo que necesitamos, es una brújula sensible que marque el punto de partida que resuma el conjunto de luchas del pasado, para orientar acciones de presente y visiones futuras. Esa brújula tiene dos agujas imantadas que apuntan el rumbo que ahora parece incierto: Juan Bosch y Peña Gómez.

Si los dejamos descansar en paz, en estos difíciles momentos, ellos morirían defi nitivamente. Un mucho, también, morirían valores irrecuperables en República Dominicana.

Hay que mencionarlos aunque sea en el perjurio y en el engaño, de todas maneras me parece que será muy difícil encontrar en sus citas alguna que se preste a apañar un mal pensamiento o una pérfi da acción.

Lo repito. Yo no voy a dejarlos en paz. No tengo paz yo misma, y si los abandono, en mi lengua, mis escritos y mi terca adhesión a lo que me enseñaron, me quedaría tan sola que moriría por dentro, sin paz.

POR ELLOS, POR NOSOTROS, JUAN BOLÍVAR.
QUE NO DESCANSEN

 

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