La historia lo recordará como campeón del endeudamiento público
La democracia es una forma de organización social que contrae como característica predominante la llamada soberanía popular. De ahí que la titularidad del poder pertenezca a la colectividad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones sea el resultado de un común acuerdo, que de no ser así, señaladas decisiones podrían ser legal pero no legítimas. Su topología ha sido discutida desde tiempos muy remotos, podemos, inclusive, remontarnos a la Athenas de la edad antigua y a los filósofos Post-socráticos. Para Platón, por ejemplo, la democracia se constituía en el gobierno de la multitud, lo que de acuerdo a su percepción un sistema de libertades generalizadas no avanzaría más allá que de los umbrales de la anarquía, lo que traería por consecuencia estallidos de desorden popular. Aceptaba como válido en cambio una sociedad dirigida por los Hombres De Oro, como lo clasificara en su obra La Republica, dicho así por las características intelectuales que debieran conformar a los que gobernaran. | |
El discípulo entraba en contradicción con su maestro, Aristóteles, quien a diferencia de Platón entendía que la mejor manera de vivir en sociedad era sobre las bases de un sistema de libertades, donde en la Polis el pueblo participara directamente en la toma de decisiones, y en las resoluciones adoptadas por sus autoridades, evidentemente, ese pueblo debiera estar educado para poder decidir y analizar correctamente las circunstancias políticas circundantes. Sin embargo, para tener una idea más certera sobre la antigüedad que reviste a la forma de gobierno de nuestros pueblos, como es el caso de la República Dominicana, debemos pensar, al menos someramente, en Clístenes, quien gobernó a Athenas a finales del siglo VI antes de Cristo, y quien fue la figura más sobresaliente entre aquellos que establecieron el sistema democrático como forma de organización política. Desde entonces han pasado muchos años, y la humanidad ha visto muchas guerras, se han suscitado lideres nacionalistas, liberales, intelectuales de las ciencias políticas y económicas, e incluso extremistas que con solo una acción han cambiado el curso de una historia que aparentaba estar definida, pero la democracia, dentro de los países que la practican, continua exactamente igual que aquella que contemplaban los Griegos y Romanos, y a juzgar desde una postura más crítica, nos da la impresión que la democracia, al menos la que disfruta el pueblo dominicano, contrae más imperfectos que la anteriormente señalada. Esta idea se refleja en un fenómeno social obvio, y que puede muy bien expresarse si nos hacemos una pregunta; ¿porqué los dominicanos, en menos de tres décadas, se muestran pusilánimes y desencantados frente a un sistema que nosotros mismos elegimos? ¿Porqué una proporción considerable admite desear vivir en un país extranjero, pero igualmente democrático, expresando así una decepción por formar parte de un país erosionado por la corrupción?, éstas son incógnitas que deben llevarnos a profunda reflexión. Cuando meditamos en el problema, hemos de encontrar errores básicos que hacen de nuestra democracia un sistema viciado. El primero de esos vicios, es el caso del único y exclusivo sufragio. Una democracia funcional no debe resumirse en que sus incumbentes, cada cierto tiempo, asistan a una consulta electoral para imprimir, escasamente, una marca sobre el rostro de un candidato a funcionario. Esa práctica es necesaria, pero no es la única, debe haber elementos más significativos, como parlamentos populares, que permitan mayor oportunidades de expresión. Es preciso recordar la reflexión de Jiménez de Parga cuando dice que la democracia es, a su juicio, el régimen político en el que se alcanza la identificación entre gobernantes y gobernados. Otro de los problemas que erosionan nuestra democracia es el analfabetismo funcional que domina la formación de muchos de nuestros ciudadanos y jóvenes, lo que parece ser consecuencia de un sistema educativo excluyente y desconcertado. Es excluyente porque no todos los jóvenes dominicanos tienen la misma oportunidad de estudios, pues una gran parte no cuenta con los recursos necesarios para enriquecer su formación, y es desconcertado puesto a que trata de sembrar elementos y conceptos nuevos en una tierra que no es para nada ubérrima, pues no se le puede enseñar a un estudiante a utilizar el programa de Microsof Word, cuando éste todavía no domina correctamente las reglas gramaticales de su propia lengua. Creo, en conclusión, que además de estos y otros problemas que impelan los grandes vicios que aquejan nuestra democracia, nos hallamos en la actualidad frente a otro aun peor, y es el totalitarismo de poder. El actual régimen ha sabido concentrar todo el poder estatal en la palma de su mano, controlando así el Poder ejecutivo, el Poder Legislativo y hasta el Poder Judicial, y lo que resulta aun más sombrío, que no hemos salido bien de un torneo electoral y ya se debate la estrategia para garantizar un próximo triunfo. Un politólogo sin valores humanos podría decir que todo eso esta bien, que si el régimen actual ha concentrado el poder de una manera escalofriante es porque el pueblo así lo ha permitido, y que eso se concibe en un sistema democrático. Señalada opinión debe respetarse, pero que sucede cuando para lograr destacada concentración se ha manipulado a la opinión publica, cuando para mantener una campaña algo hostigante se ha manejado los recursos del estado delictuosamente, cuando el gobierno que se impone hegemónicamente no cumple con la perspectiva ciudadana; entonces es exactamente allí donde se hallan los mayores vicios de la democracia dominicana. |