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9 mayo 2013 4 09 /05 /mayo /2013 17:27
A conjurar la crisis educativa
Ignacio Nova 
ignnova1@yahoo.com

La crisis económica mundial hizo sus pininos en los ochenta del pasado siglo. En 1998 mostró su rostro sin velamen de recesión y exclusiones. Entonces el mundo venía seducido por el más radical liberalismo. Keynes rodó y las nociones del buen gobernar se presentaron como inválidas o muy relativas; se abjuró de las previsiones sobre balanzas de pago en equilibrio. En tanto, “Los Tígueres Asiáticos” se robustecían, amparados en lo contrario: metales preciosos y exportaciones de todo tipo. Simultáneamente, en sus territorios la educación se expandía, alcanzaba niveles sorprendentes de calidad y eficiencia. La educación en Occidente, en cambio, sucumbía a un modelo utilitarista orientado a lo “productivo”. Un gran signo de duda rodeó la explicación del desarrollo de la calidad educativa. Llegaron sucesivas reformas. Desde The Economist a las Think tanks. Iban y venían. Planes Decenales, por doquier. La educación había caído presa de paradigmas extraños. De sector enraizado en valores, como la vocación, pasó a ser responsable de la formación del empleo, a ser objeto de promoción, poder y validación política. Y de corrupción, mucha corrupción. Las redes del saber se anquilosaron en torno suyo y el profesorado perdió dignidad en la sociedad, mediante su incapacidad para presentarse “exitoso ante el mercado”. Para él, la educación perdió su vieja aureola de misión sagrada y se igualó a todo trabajo hecho por los desheredados de la tierra: fuerza de trabajo. Lo vulgar, para la supervivencia. Los estudiantes, que en sus hogares perdieron a sus guías, no aceptaron otros ni los respetaron. Los padres, lanzaron al gobierno la responsabilidad que constitucionalmente se dieron los Estados respecto a la educación. Los vendedores de todo tipo de artefactos y los medios vieron en la educación la oportunidad de vender todo tipo de insumos al gobierno, desde aulas a libros; desde chantaje a publicidad; desde luces a asientos... Así se llega a un gran tollo donde la sociedad debe entenderse como responsable, en pleno, de la crisis del sector educativo.

Y así nos alcanza y se entroniza, persistente, inconmovible.

El cotejo de cifras del Ministerio de Educación, la Junta Central Electoral y la Oficina Nacional de Estadísticas hasta el 2010-11 propician unos cruces que permiten abocetar aspectos relevantes sobre la educación nacional, con obvias luces; con sombras ostensibles.

Para ese año lectivo, el sistema acogió a 2 millones 626 mil estudiantes: 56% de los 4,658,285 que integraban la población escolar (1 a 25 años). Lo hizo en 11 mil 594 centros, avanzando hacia una cobertura de vocación universal que va tras la mitad (42.93%) de los votantes de entonces (6,116,397) y supera el 27.80% de la población (9,445,281), según el Censo Nacional de Población y Viviendas (CNPyV, 2010).

Los usuarios del sistema educativo están distribuidos a razón de 226.49 estudiantes por centro, donde la educación con financiamiento público atendió a 1 millón 921 mil 204 estudiantes: algo más de un tercio (31.41%) de la población votante, más de la quinta parte (20.24%) de la población total y el 41% del total de la población en edad escolar, a razón de 274.7 estudiantes por centro, ya que, de ese total, 6 mil 994 centros de enseñanza eran públicos.

Grosso modo expuesto, vemos que es un señor sistema. Como todo lo amplio, complejo. Como lo complejo, en riesgo a la disgregación y a la entropía: a actuar bajo sus propias leyes; tras sus intereses.

Las cifras de su desempeño refieren una accesibilidad al Nivel Básico de 106%, 6% superior a la población nacional en la edad atinente (7-14 años). Esta, según la ONE y su CNPyV, rondó 1,551,375 personas. La accesibilidad al Nivel Medio se reportó como el 98% de la población comprendida entre 15 y 18 años y, finalmente, el sistema atendió el 14% de la población con edad de 19-25 años y al 19% de los que tenían de 1 a 6 años (Educación Inicial). Eso está resuelto.

Lanzados contra la población total, los resultados aparecen distintos a los obtenidos comparando el número de estudiantes por Ciclo. Si la matriculación en Básica, comparada con la de Inicial, fue 7 veces más, se hace obvio que la atención de la Gestión Educativa y los procesos y servicios a la educación deben concentrarse en revertir lo que ocurre en el paso de Básica a Media; en la permanencia en Media. Allí la matrícula reduce al 34% de la de Inicial, decreciendo en 66%.

Ello nos habla de una seria imposibilidad del sistema para retener a los estudiantes. La deserción avanza sostenidamente hasta que al pasar del 1ro al 2do del bachillerato (Educación Media), el 93% de los estudiantes son “perdidos” por el sistema, uno de los casos más lamentables por la forma como inciden y determinan la imposibilidad social de completar los objetivos que se da el Estado mediante las ordenanzas constitucionales en torno a la educación y sus políticas públicas. Aquí se teme la incidencia de factores extrasistémicos determinando el comportamiento educacional.

Es un resultado dramático. Imposible de aceptar. Mueve a clamar por la solidaridad más alta posible, por la más amplia comprensión y cambio de conducta de los actores que en torno al proceso educativo y sus instituciones estructuran comportamientos y perfilan objetivos al parecer ajenos al proceso, a su fin social; al parecer más que indiferentes, indolentes, ante esta grave situación donde sólo el 56.6% de los estudiantes públicos aprobó las pruebas nacionales del 2012, contra un 71.78% en el privado, gracias a cuyo “aporte” la eficacia del sistema alcanzó un precario 60.72%. Al término del Ciclo Básico (8vo grado) las calificaciones, en base a 30 puntos, fueron como sigue: Lengua Española, 16.98; Matemáticas, 15.83; Sociales, 15.12 y Naturales, 14.98. Resultado final: el 50% del estudiantado accede a la educación media con graves deficiencias y ostensibles incapacidades para pensar, razonar, actuar y exponer su pensamiento, dejando tras su avance la inquietud de si no habrán sido promovidos sin merecerlo. Una situación a todas luces gravísima. Que mejora limitadamente en el Nivel Medio: Naturales: 16.24%; Sociales: 17.56%; Matemáticas: 16.28 y Lengua Española, 18.17, también de 30 puntos posibles. Y en el técnico profesional o adulto: Naturales, 16.96; Sociales, 18.61; Matemáticas, 17.53 y Lengua Española, 19.99.

Lo obvio: el sector está ante la urgencia de un compromiso multisectorial, nacional, que involucre a todos los actores del sistema, las fuerzas políticas y sociales porque en cada uno de ellos hay obvia responsabilidad. A cada uno corresponde decir “¡Esos resultados son inaceptables!”. Y aportar a su corrección. Y, mejor, parafraseando a Martí, ante tan grave situación quedar cada uno movido en su remedio.

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